“Identidad borrada” de Joel Edgerton

Juanfran Díaz
30 de Mayo de 2020

Veo esta película con pocos días de diferencia de “La (des)educación de Cameron Post” (Desiree Akhavan, 2018), ambas con un punto en común: las terapias de conversión de personas que sienten atracción por el mismo sexo. Conocido también como “AMS” o “SSA” en inglés (“same sex attraction”), estas películas narran el paso de dos jóvenes, un chico en la que nos ocupa y una chica en la mencionada, por diferentes terapias de conversión en los Estados Unidos. Mientras que la ficticia Cameron Post está basada en una novela, esta Identidad borrada” se nutre de la biografía de Garrard Conley, procedente de una familia fundamentalista y que, debido a su homosexualidad, participó en una terapia de conversión.

 

Protagonizada por Lucas Hedges como el chico pecaminoso, Joel Edgerton como el guía espiritual del proceso (inspirado en John Smid, ahora casado con otro hombre), Nicole Kidman como la madre protectora y Russell Crowe como el padre baptista de firmes convicciones, la trama muestra el antes y el durante de un chico que, presionado por la arraigada fe de sus padres, accede a ingresar en un programa de terapia de conversión fundamentada en el catolicismo.

Esta historia me invita a reflexionar sobre cuatro ejes: homosexualidad, religión, familia y terapia.

Homosexualidad

Como en miles de jóvenes esta historia comienza con los deseos internos hacia otras personas del mismo sexo. Estos deseos podrán ser acogidos dependiendo de diferentes factores, entre ellos: el entorno familiar, la educación recibida, la estabilidad emocional y la autoconfianza de la persona…

La homosexualidad es una manifiestación natural de la sexualidad de las personas que se sienten atraídas por personas de su mismo sexo. Esta manifestación no tiene por que ser rígida: la homosexualidad (como la heterosexualidad o la bisexualidad) presenta grados, intensidades y maneras de manifestarse.
Esto quiere decir que la sexualidad de cada persona puede ser flexible y cambiable. Puede que tu sexualidad se manifieste siempre igual, pero en otras personas hay periodos donde se sienten más hetero y otros más homo por ejemplo, o al revés. En cómo te sientes con tu sexo, orientación e identidad sexual sólo participa un@ mism@, tú. Y es éste sentimiento el que puede verse modificado en caso que nos apetezca ampliar y explorar nuevos territorios.

Una cosa es que la sexualidad sea flexible desde este sentimiento interno y profundo de un@ mism@, y otra muy distinta que se presione y humille a jóvenes homosexuales para que cambien de orientación sexual según las expectativas familiares (o de un grupo) acusándol@s de enferm@s y/o pecador@s.

Religión

Con la religión hemos topado. Si tu familia no es religiosa quizás no experimentes demasiados conflictos en el encuentro y afirmación de tu identidad. Pero si procedes de un núcleo religioso puedes verte sometid@ a una dura batalla entre tus impulsos naturales y el credo instituído en tu familia y, por ende, en ti. Y digo “impulsos naturales” para recalcar que la homosexualidad es natural.

Bajo los dogmas de diferentes credos miles de personas se ven discriminadas, perseguidas, encarceladas y asesinadas por su orientación sexual, diferente a la que marca una religión determinada o a la que han intepretado l@s fieles. Ser “diferente” a la norma es suficiente para rechazar a la persona homosexual, para acusarla de sodomía y apedrearla, o para coaccionarla con manipulación emocional para que acceda a una terapia de conversión.

Desafortunadamente, existen numerosas personas y agrupaciones religiosas que defienden estas terapias, pese a ser, en su mayoría, origen de humillaciones, abusos, autolesiones o suicidios. Juegan con el amor y, sobretodo, el castigo de Dios, con la influencia de Satán y el infierno, con que si eres homosexual eres imperfect@. Crean completos programas a realizar concienzudamente para que se te quiten las ganas de estar con alguien de tu mismo sexo. Las prácticas incluyen desde autorepresión de los instintos obligándose a estar en círculos heterosexuales hasta descargas eléctricas al mismo tiempo que se fuerza a ver pornografía gay.

Bien conocido es el movimiento “ex-gay” que se extiende desde diferentes religiones y que promueven las terapias de conversión. Personalmente me disgusta que utilicen la terapia bioenergética en sus programas ya que esta terapia con la que trabajo a diario es una herramienta para alinearnos con nuestra identidad precisamente, ampliar nuestras sensaciones y vivir plenamente sea cual sea nuestra elección de vida.

Sin embargo, los deseos e impulsos de cada persona son imparables. Salen a la luz testimonios de personas que han dejado estas terapias de conversión tras años de torturas, incluso ex-líderes de estos programas, gurús de la curación homosexual, se han revelado posteriormente como gays. Estos casos son favorables y esperanzadores, no tanto como los cientos de religiosos reprimidos y sus pedófilos deseos que, además, las altas cúpulas religiosas intentan ocultar.

Si en algo creo es en la perfección de cada un@ de nosotr@s, tal como somos, en nuestro interior y exterior. Lo que necesitamos es aprender a amarnos así, aceptar que somos todo a la vez, y que si nos amamos posiblemente no tengamos que estar a expensas de las expectativas de otr@s. Como la familia, por ejemplo.

Familia

La familia es el núcleo donde aprendemos a ser quiénes somos y a sentirnos a gusto con ello, pues es en la familia donde seremos amad@s, aceptad@s, aprobad@s, acusad@s, rechazad@s, discriminad@s. La familia nos va a servir a afianzar nuestra identidad o a querer cambiarla, y todo ello depende de si nos sentimos integrantes reconocid@s y aceptad@s tal y como somos, o si existe algún juicio, condición o rechazo haremos lo posible por retornar al clan, incluso dejar de lado nuestra identidad, o intentarlo al menos.

Esta situación puede ser menos intensa si nos pilla con una edad donde ya somos independientes o no tenemos mucho que perder (si valoramos más nuestra identidad). Pero puede ser profundamente traumática en adolescentes y jóvenes que son dependientes y que su integración en la familia es crucial.

Una familia de convicciones tradicionales y férrea fe se puede convertir en la peor enemiga de un@ joven descubriéndose a sí mism@. La pertenencia a la familia es tan necesaria como respirar: proporciona seguridad, estabilidad, aceptación y orgullo propio. Por supuesto, estas cualidades serán diferentes en familias estructuradas y en las desestructuradas. Pero la necesidad interna de toda persona es de formar parte de los objetivos, ideologías y mandatos familiares. Y todo lo que se salga de estas pautas podrá ser motivo de conflicto (interno y/o externo) y confrontación.

La familia ya tiene una jerarquía y una forma de funcionar concretas: unas reglas explícitas o ímplicitas, y cada nuev@ miembro se irá ajustando a ellas. En el proceso de autodescubrimiento y afirmación de la identidad va a entrar en juego este ajustarse a las reglas familiares:

  • Si mi identidad coincide con la familia = no habrá conflicto.
  • Si mi identidad no coincide:
    • me reajusto a las reglas de la familia dejando de lado mi identidad = conflicto conmigo mism@.
    • me rebelo contra las reglas acogiendo mi identidad = conflicto con la familia.

Por tanto, una fórmula saludable, integradora y amorosa sería una familia que acoge la identidad de cada miembro. Es decir, cada miembro realiza un esfuerzo por aceptar, reconocer y amar a l@s demás, a ti.

Terapia

La “atracción por el mismo sexo” no se puede criminalizar como pretenden quienes aseguran que «se puede curar la homosexualidad», esencialmente porque no hay nada que curar.
Aunque much@s no lo quieran así la homosexualidad no es ninguna enfermedad. Atrás queda el tiempo que sí aparecía como tal el “Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales” (DSM). Afortunadamente, estudios y análisis han reflejado la naturaleza de la homosexualidad como una forma más de manifestación de la vida, observable también en los animales no-humanos.

En mi opinión, este eufemismo de “atracción por el mismo sexo” no es más que una fobia manifiesta de much@s incluso a la palabra “homosexualidad” y a todo lo que representa, especialmente en sus mentes distorsionadas. Y digo distorsionadas porque ven y tratan la homosexualidad con un estrecho filtro de prejuicios, fijaciones, estereotipos… miedos en definitiva disfrazados de moralidad, tradición y rectitud hacia una manera diferente de vivir que, indudablemente, forma parte de las múltiples maneras que encontramos en nuestras sociedades y culturas.

Estas personas y sus terapias de conversión causan graves daños emocionales a miles de personas completamente sanas. Los intentos frustrados por “curar” o cambiar algo que es inherente a la persona y no supone ningún trastorno provocan depresión, ansiedad y tendencias suicidas.
Prefiero no mencionar ni publicitar a dich@s “terapeutas”, tan sólo anotar que en España aún persisten pese a la condena pública que de ellas ha emitido el Colegio de Psicólogos (en Wikipedia puedes ver la situación mundial de estas terapias).
Te recomiendo otra película, “Oraciones por Bobby” (Russell Mulcahy, 2009), basada en otra historia real que abre esos filtros, los expande y los limpia.

Si queda claro algo es que son las personas con prejuicios las que realmente necesitan curarse, cambiar, acudir a terapia. Porque son esas personas las que discriminan, presionan, someten, hieren y dañan.

Terminaré con una última reflexión: si la palabra de Dios es “amarnos los unos a los otros” y la familia está para cuidarnos y protegernos ¿qué estamos haciendo mal?

Soy Juanfran Díaz, un hombre en el camino del autoconocimiento, un explorador de las emociones y la energía humana. Desde 2011 acompaño a hombres conscientes en su propio descubrimiento, como terapeuta y analista bioenergético.

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